La Vieja Iglesia en Merlo, Pcia. de Buenos Aires (1968)

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    Tenía yo unos 10 años cuando llegamos a esos terrenos que entre todos los hermanos habían comprado con un plan de financiación. Muchos árboles, una sombra hermosa. Parecía una casa quinta, pero la casa era un rancho viejo, una casilla de 4 por 4 mts.

    El primer día que llegamos, mi padre, Pastor de aquella congregación, por su puesto mi madre y mis hermanas y un centenar de hermanos, con mucho entusiasmo empezamos a preparar todo para ese primer culto que celebraría por la tarde, al aire libre porque en el “ranchito”, como lo llamábamos cariñosamente no entrábamos todos.

    Todos los hermanos empezaron a trabajar, a desmantelar alguna parte de la casilla para hacerla más amplia. Recuerdo a la abuela Rincón, una hermana octogenaria serruchando tablas para fabricar los primeros bancos. No había piso de material pero los hermanos se las ingeniaron para colocar sobre una capa de arena ladrillos cruzados y ahí tuvimos nuestro primer piso. El primer culto, un domingo. Mucha alegría. Adentro todos apretujados sentados en los flamantes bancos y una cuantas sillas que trajeron. Por las ventanas muchos más se asomaban para observar el desarrollo de la primera reunión. Inolvidable reunión. Allí pasé mis primeros años de la adolescencia-niñez. La “orquesta” la componíamos unos 10 o 12 guitarristas, que aprendíamos entre clases de música y mirándonos entre nosotros para cambiar de tonos y acompañar rítmicamente los himnos que la congregación entonaba.

   iglesia2 El primer casamiento no recuerdo de quienes, tuvo una cuota de amor y humor. El hermano tal le dijo a mi padre: “Pastor, ¿no quiere que pinte la Iglesia para la ceremonia?” y se lo autorizó. Por entonces el rancho-iglesia medía unos 10 metros de largo por unos cuatro de ancho, era como se decía, un rancho largo.

    El día de la ceremonia, sábado, llegamos a nuestra iglesia y la vimos. Era toda blanca, Techo, piso, paredes, menos los bancos porque los habían sacado. El método o elemento para pintar había sido un pulverizador de cal, por eso estaban hasta los pisos de color blanco. Había arrodillarse para orar y los varones terminaban con los pantalones manchados, pero felices. Nuestra Iglesia, el “ranchito” amado estaba de estreno. Era su primera pintada. Cuando llegó la novia, su blanco vestido combinó perfectamente con el lugar, detalle que a nadie se le escapó. Esta, y otras historias y anécdotas son parte de mis recuerdos. iglesia3Recuerdos de mi niñez en aquellos tiempos donde todo parecía ser mas fácil por el amor y la sencillez de los cristianos, que no necesitaron lujos ni confort para sentirse felices. El recordar me hace bien, para no olvidar mis raíces y aquellos ejemplos de vida que me nutrieron en mis primeros años y no solo a mí, sino a todos aquellos hermanos y amigos que nos cobijamos en el “ranchito-Iglesia” Imposible olvidar. Son Recuerdos de mi Iglesia.

En próximas ediciones de esta página, les contaré algo más

Pablo Lucero