Los Herreros de Israel.
Por:Pablo Lucero
Hace unos años, muchos leyeron con gran interés el librito “¿Cuál camino?”. Hace unos pocos años algunos han dejado de preocuparse por las diferentes religiones y han empezado a preguntarse “¿Cuál Iglesia?”. Después la pregunta fue: “¿Cuál Pastor?” y últimamente: “¿Cuál Mensaje?”.
En el primer caso la gente común solía decir ante la diversidad de creencias religiosas: “Todas las religiones conducen a Dios”. Pero el desengaño, los abusos, la hipocresía religiosa, el vacío espiritual y otros síntomas llevaron a la gente creyente a diferenciar las religiones y muchos llegaron a las Iglesias cristianas evangélicas de diferentes denominaciones y se quedaron por años, muchos de los cuales aún perseveran.
Fue la época de Oro, al menos en lo aparente. Eran tiempos en que los creyentes sintetizaban la situación en un coro que se cantaba en muchas iglesias: “no me importa a la Iglesia que vayas, si detrás del calvario tú estás; si tu corazón es como el mío dame la mano y mi hermano serás”.
Época en la que los creyentes visitaban otras y muchas Iglesias; se conocían entre sí, conocían y escuchaban a otros Pastores y posteriormente se produjeron movimientos y éxodos dejando como resultados Iglesias grandes y Iglesias pequeñas. Los grandes edificios atraían a los creyentes y a los fluctuantes.
Luego, los mismos síntomas experimentados con las religiones (véase el párrafo anterior) empezaron a sentirse, y los creyentes empezaron a buscar, ya no “¿Cuál Camino?”, sino “Cuál Iglesia?”.
También atraían a las multitudes los Pastores carismáticos, locuaces, muy instruidos en la Biblia al frente de numerosas congregaciones. Aparece el término “El Gran Hombre de dios” (¿les llama la atención que haya escrito Dios con minúscula? ¿No es verdad que la gente llegó a reverenciar más al Gran Hombre que al Señor?)
Independientemente de lo que se diga o se admita, hay que reconocer que muchas personas solían ir a esas grandes iglesias por el solo hecho de ser grandes y muy concurridas. El fenómeno todavía se da aunque no de la manera antigua.
Época de Oro para muchos. Grandes compromisos con la obra material, de expansión denominacional y misionera. Mucho énfasis en el término “Nuestra Iglesia” con orgullo y en algunos casos con soberbia y jactancia.
Ahora quedaba establecido que una Iglesia grande es sinónimo de éxito; éxito ministerial y económico. Se concluía cualquier discusión con la frase: “Si no estuviera Dios con nosotros, no estaríamos tan prosperados”. Un éxito que tenía nombre: el del Ministro, Líder, dirigente o como deseen distinguir. Era la Iglesia del Pastor tal, o la Iglesia del Ministerio Equis.
Llegaría, sino simultáneamente, inmediatamente después, la idea de que una Iglesia victoriosa debe necesariamente ser numerosa y actúa el espíritu de los nicolaítas que menciona El Señor Jesús en el mensaje a la Iglesia en Pérgamo (Apocalipsis 2:15). Nico: juntar – Laitas: laicos (gente), o sea juntar gente, Mucha gente. Esto será tomado como éxito. Y se da otro fenómeno conocido: la gente llama a la gente, así como el agua llama a la lluvia o la plata llama a la plata.
La apetencia de éxito ministerial en algunos casos pareció ser una vidriera, pero que en el fondo lo que realmente se buscaba era el éxito económico y ser popular. Esto serviría para llamar la atención sobre el mundo religioso y el mundo político. Es un análisis sencillo: ¿quién llega más fácil a una entrevista con altos funcionarios políticos? .
¿No es acaso más llamativo el hombre exitoso a la hora de establecer algún tipo de relación?.
Pero para eso hace falta Mucha Gente, y no digo muchos cristianos (convertidos), digo GENTE. No importa su situación ante Dios, tampoco el mensaje que se predique; lo que interesa es que la GENTE se quede en la iglesia y se sienta cómoda. Que no haya nada ni nadie que los moleste con doctrina bíblica. ¿Cómo reaccionarán? Concurriendo, comprometiéndose con la visión del líder y sobre todo Ofrendando importantes sumas de dinero. Aquí tenemos Mucha Gente y Mucha Plata, o sea el espíritu de Balaam y de los Nicolaítas en pleno desarrollo. Jesús dijo “Yo aborrezco esa doctrina”.
Pero volvieron a aparecer los viejos síntomas mencionados en el segundo párrafo de este argumento. Se hicieron públicos los pecados ocultos de algunos ministros, tanto Pastores como Evangelistas, con sus respectivas jerarquías internas, y otra vez el éxodo. Algunos se refugiaron en iglesias pequeñas, pero extrañando el movimiento de las grandes masas, buscaron otras mega iglesias. Época en que los creyentes ya habían decidido a qué tipo de iglesia querían concurrir, pero faltaba saber “Cuál Pastor?”. Pero el fenómeno de las Iglesias grandes Vs Iglesias pequeñas siguió.
Al menos a mí, me resulta difícil recomendar a un Pastor o a un Evangelista, incluso a un sencillo Hermano de banco. Pero digo esto en el buen sentido de la apreciación. Cuántas veces nos desengañamos, y no solo de los desconocidos, de aquellos de los cuales solo oímos las referencias promocionales del márketing evangélico. Nos asombra y nos afecta desengañarnos de aquellos con los cuales hemos compartido muchas cosas durante años y los vemos salirse del camino para seguir esa doctrina de Pérgamo. A veces no nos enteramos, pero ante Dios, que nada le es oculto, están caídos de la Gracia.
La traición no solo es contra el Señor Jesucristo, sino contra la misma congregación. Los creyentes creen que lo que se les enseña es verdad y se da lo que denuncia el Apóstol Judas (léalo, tiene solo 1 capítulo con 25 versículos), o lo que dice el Apóstol Pedro en su 2da Epístola capítulo 2 y 3.
Han apostatado de la verdadera Fe y eso enseñan. No a apostatar, pero sí una falsa doctrina que lleva a los creyentes a apostatar, y les enseñan que nadie debe contradecir al Siervo (“no tocar al ungido”) y también enseñan que hay que obedecer al Siervo aunque él esté equivocado.
Jesús dijo “Si un ciego guiare a otro ciego, ambos caerán el pozo” (Mateo 15:10/14). Entonces no es solo la responsabilidad del líder equivocado o que ha prevaricado. Es necesario que todo creyente analice ésta situación. En el juicio final la excusa de que el Pastor lo engañó perderá validez, porque El Señor enseña “Maldito el hombre que confía en hombre” (Jeremías 17) y además tenemos la Palabra profética más segura a la que hacemos en estar atentos y obedecer. (2° Pedro 1:16/19) ¿Lee Ud. La Biblia?.
Hemos pasado por el tiempo de incertidumbre del “¿Cuál camino?”. También hemos pasado por el período del “¿Cuál Iglesia?”. Y también por el del “¿Cuál Pastor?”. Algunos creyentes todavía están en alguno de estos procesos, pero es posible que si buscan Dios de corazón continúen evolucionando y lleguen como muchos otros hoy al período que llamaremos “¿Cuál Mensaje?”.
¿Cuál Mensaje?. ¿Cuál es el Mensaje?. Recuerdo a Pilato preguntarle a Jesús en aquel interrogatorio previo a su crucifixión: “¿Qué es la verdad?”. Increíblemente este pagano se dio cuenta que había una contienda en lo profundo, en lo subjetivo, entre la verdad y la mentira, y el pueblo siguiendo las directivas de los sacerdotes pedía la muerte de Jesús.
La contienda entre la verdad y la mentira sigue. Y quitar del medio de los de la verdad continúa siendo un objetivo satánico llevado a la práctica por “quienes os perturban y quieren pervertir el evangelio de Jesucristo”, como dijo San Pablo a los Gálatas en el capítulo 1:6/7.
Como la mayoría de los atentados contra un país necesita ayuda interna, así el ataque de satanás contra la Iglesia. Muchos Siervos han sido seducidos por “esa Jezabel” y amando más este mundo se han apartado de la doctrina bíblica, considerándola nociva y contraria a la unidad. Pero San Pablo ordenó a Timoteo “ten cuidado de ti mismo y de la doctrina, porque haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1° Timoteo cap.4:13/16). Doctrina significa “Enseñanza”. Es deber de todo creyente aprender las Sagradas Escrituras. La doctrina del Evangelio no divide ni destruye al cristiano, sino lo acerca más a Jesús. Lo que sí divide es a los cristianos de los creyentes. Recuerde que el diablo y los demonios también creen. . .y tiemblan!! pero no obedecen. (Santiago 2:19)
Si aquellos que tienen la responsabilidad del atalaya, de prevenir al pueblo, tocan la trompeta con sonido incierto, la gente no sabrá qué es lo que tiene que hacer, pero aun así esos ministros creen están tocando la trompeta. Eso y nada es lo mismo, o quizás peor.
Vale la pena aclarar que la responsabilidad no es solo del Pastor, sino de todos aquellos que enseñan la Palabra, aun en los grupos celulares, o escuela dominicales, etc.
Un ardid de satanás ha sido sacar a los siervos del ámbito de la Iglesia y llevarlos a los de la política donde no han sido efectivos para el Reino de Dios. Otros se han transformado en grandes conferencistas en pro del mega crecimiento de Iglesias, ofertando métodos y planes para mutar una iglesia pequeña en una multitudinaria. ¿Objetivo? Poder. Poder político, social, económico; éxito ministerial, imagen positiva, etc. ¿Aman a las almas o solo están intentando rodearse de ovejas gordas de las que solo buscan lo redituable? Lea Ezequiel 34 cómo Dios descubre estas maquinaciones y la sentencia que les da.
Estando en la etapa del “¿Cuál Mensaje?” también ha llegado el descreimiento, sumado a los síntomas antiguos. Y llegamos a la conclusión de que falta Palabra de Dios. Lo dice mucha gente. Falta Palabra.
La Palabra de Dios es la Espada del Espíritu (Efesios 6:10). Si falta la espada ¿cómo nos defenderemos del mal?; si falta Palabra ¿cuál es la espada con la que atacaremos todo aquello que se levanta contra los principios divinos?
¿El pueblo tiene Espada?. Quizás tenga alguna escondida, pero desafilada, herrumbrada por el desuso.
En 1ra Samuel 13: 19 dice que en todo Israel no había Herreros porque los filisteos habían decidido que ningún judío tenga espada, así serían más dominables y podrían atacarlos cuando quisieran. Eso sí: les dejaron las hoces, las palas y las azadas. Todos elementos de trabajo. Es decir trabajar sí, pelear no.
Hagamos un breve paréntesis en el análisis: El Estado suele subvencionar los trabajos sociales de no pocas Iglesias, por ejemplo las escuelas primarias o secundarias evangélicas, desde la entrega de un terreno fiscal, parte o todo el costo de los materiales y mano de obra, hasta sueldos de los docentes, su Obra Social y aportes provisionales, pero no se permite la enseñanza libre de las Sagradas Escrituras, sin embargo las escuelas católicas hasta ofician la misa.
El Estado también contribuye económicamente para los comedores, servicio de copa de leche, albergues, atención de adicciones, etc., pero nunca dejan que algún predicador o un sencillo programa cristiano ingrese a los canales o emisoras públicas que administra el Estado (aunque en honor al tan mentado “pluralismo” deberían permitir estos programas).
También es válido reconocer la mala calidad de muchos programas radiales evangélicos, la mala formación profesional y el escaso conocimiento escritural. Y esto es porque no conocen las Sagradas Escrituras, y lo que se dice al aire ya es conocido y no merece que se ahonde en ello.
Ahora si, volvamos al análisis de fondo. Los judíos para afilar alguna herramienta debían ir a los filisteos y pagar sumas importantes.
¿No pasa eso hoy? ¿Acaso no hay que pagar para simplemente afilen nuestro elemento de trabajo?
Se enseña a servir, pero no siempre se enseña a ser un verdadero soldado de Cristo
¿Dónde están los herreros del pueblo de Dios? ¿Dónde están los que deberían estar fabricando y afilando “espadas” para los Hermanos?
¿Nos damos cuenta que el pueblo solo tiene elementos de trabajo para hacer, para construir grandes imperios religiosos? ¿Se dieron cuenta que cuando llega una persona por primera vez a una iglesia ya se le asigna alguna tarea “para el Señor” (albañilería, pintura, costura, obra social, etc.)
¿Por qué no se toman el tiempo para enseñarle las Escrituras y para analizar temas de la vida y desde la óptica bíblica tomar una postura?
Todo el tiempo veo que suceden cosas y los creyentes parecen no saber qué decir, o qué hacer al respecto. Crisis política; Corrupción general; problemas matrimoniales; El aborto y la violación; el aborto y la salud; Materialismo; Apostasía religiosa; Rebelión de los adolescentes y jóvenes; Donación de órganos; Dudas sobre la existencia de Dios; Pecados sexuales y legalización de conductas perversas; La realidad del infierno; La duda sobre la justicia de Dios; La muerte y lo que hay después; El miedo a la muerte; La seguridad de la Salvación; La Redención; La trinidad de Dios; La posesión diabólica en un cristiano; La Santa Cena; L a Profecía; La congregación obligatoria u opcional; La apariencia y el corazón; la verdad y la mentira, etc.
Muchos creyentes no saben qué decir; qué postura es la bíblica antes estos temas y otros. El engaño entró a las iglesias como la cizaña y muchos no saben distinguirlo. No saben cuál es el billete falso porque no conocen el verdadero; y no hay Herreros que les entreguen “espadas” y afilen las que están un poco desactualizadas.
Los creyentes suelen pasar buenos momentos en los servicios, pero el Herrero no estaba, sino un orador locuaz y simpático que suele introducir algunos chistes y comentarios pícaros para lograr la simpatía de los congregados que reaccionarán como espera, contribuyendo con agrado.
Pero la crisis llega; los filisteos espirituales llegan y les roban y no pueden defenderse. ¿Algo esta mal? Algo No. Esto, exactamente esto, está mal.
Veamos cómo el pueblo de Dios reedificaba Jerusalén después del exilio.
No dejaron las herramientas pero tomaron espadas, y los vemos edificando con la cuchara de albañil en una mano y con la espada en la otra.(Nehemías 4:17) ¿Ve la diferencia?
Para terminar esta primera parte, no puedo evitar preguntarme, y preguntarle a Ud.: ¿Y el Herrero principal, el Espíritu Santo? ¿No está en medio del pueblo? Si está ¿por qué no hay Palabra de Dios?. ¿Qué espíritu hay entonces?. Para pensar y orar a Dios pidiendo revelación.
Muchos creyentes parecen estar a la defensiva al escuchar una predicación, quizás por buenas razones, quizás escuchando y pensando en lo que dice la Biblia; pero otros quizás preparados para rechazar cualquier exigencia divina.
Recuerde cuando Jesús recrimino a aquellos hombres “mis palabras no tienen cabida en vosotros”, y “os habéis hecho tardos para oír”(Hebreos 5:11), o lo muy específico en las palabras de San Pablo a los corintios “viene cualquiera que predica otro evangelio, que os esclaviza, que os devora, que toma lo vuestro, que se enaltece, que os da bofetada, bien lo toleráis, y para vergüenza mía lo digo, en eso fuimos demasiado débiles” (2° Corintios 11:20)
Y esto sí que es serio. Muchos creyentes soportan, agachan la cabeza y obedecen a este tipo de falsos ministros y no se quejan, pero como se rebelan contra Dios!!! Argumentan contra las Escrituras, suponen un Dios de amor no exigente, libre, abierto a todos. Y lógicamente cuando llega un Siervo de Dios con el verdadero Mensaje de la Palabra, se escandalizan y se rasgan las vestiduras. Son personas que han sido enseñadas a sujetarse y servir al hombre y no a Dios.
Pasa el tiempo y muchos, en un acto de valiente reconocimiento dicen que ésta es la verdad, pero habrá que ver si tendrán fuerzas para detenerse en el camino, mirar, preguntar por las sendas antiguas y empezar a transitar por ellas. Muchos no pueden a pesar de saberlo.
Para aquellos que ministran o enseñan la Palabra de Dios: pueden ser Herreros de Dios o simplemente capataces de una obra material e instrumentos de ese que quiere un pueblo ignorante, pobre espiritualmente y muy parecido a los de la iglesia en Laodicea: ricos en lo material y físico, pero pobres, ciegos y miserables en lo espiritual. Tibios, ni fríos ni calientes a los que el Señor los vomitará de su boca. ¿Es fuerte no? Habla de que le da asco y no los tolerará mucho.
El día del arrebatamiento desaparecerá la Iglesia. Al día siguiente los edificios de nuestras iglesias estarán llenas de convencidos, pero sumidos todos en una angustia inimaginable.
“¿Qué hacer?”. Pida perdón a Dios y búsquelo incondicionalmente. El no tomará por inocente al pecador, y el pecado no es está solo en el que hace lo malo, sino también en aquel que sabiendo hacer lo bueno no lo hace. (Santiago 4:17)
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Pablo Lucero - Ministerio Tiempo de Crecer Neuquén, 05/11/2011