El Síndrome del “Nido Vacío”. (por Pablo Lucero)
Primero quisiera analizar los términos. Síndrome: ¿conjunto de síntomas?, ¿diagnóstico subjetivo? ¿Acaso es diagnosticable objetivamente?¿quien reúne y relaciona los factores que determinan la presencia o conformación de un síndrome? ¿Lo descubre, lo expone el analizador o la persona que transita por una determinada situación?
Veamos qué dice el diccionario de la lengua castellana: Síndrome: “Conjunto de signos y síntomas que existen al mismo tiempo y que definen un proceso patológico (enfermedad)”.
Ya que quiero analizar el fenómeno del Síndrome del Nido Vacío, debo anteponer en este caso que estamos ante una serie de afecciones físicas y psicológicas que se dan cuando se produce el vaciamiento del “Nido”, es decir, cuando los hijos abandonan el hogar paterno.
Pero sigamos con el breve análisis de los términos. “Nido”. Nótese que no se menciona “casa de los padres”. Una casa está conformada por diferentes habitaciones, confort, tipo de construcción, estado, antigüedad, ubicación geográfica, etc. Pero “Nido” es un término que contiene sentimientos de familia. No de grupo familiar, que es un término más estadístico. “Nido” habla de familia, amor, calor, risas y lágrimas compartidas, proyectos de vida, pasado, presente, y futuro conjugados permanentemente.
“Nido”. Ambiente espiritual hecho visible con ramitas, palitos, plumitas, y todo tipo de recursos para brindar firmeza, protección en la familia; calor, sentimiento, amor, lucha, vida.
Y cuando llegamos al término “Vacío”, ya de entrada conmueve. Sabe a despojo, a ruptura, a fin de algo, a dolor, algo que desvela, que rompe con el clima del “Nido”.
Pero si aceptamos que es la ley de la vida que los hijos abandonen el hogar paterno, ¿por qué defino el “Vacío” como algo traumático?. Justamente porque lo estoy mirando desde el síndrome, desde la afección emocional.
El caso de la emancipación de los hijos a veces se toma de manera relajada y positiva. En otros casos, genera depresión, tristeza y sentimientos de soledad y vacío.
Mucho o poco se ha escrito sobre el “Síndrome del Nido Vacío”, y seguramente como resultado de testimonios o confesiones ante un analista o psicólogo. Pero ¿cuántos de los que escriben o comentan esto lo han experimentado en sus propias vidas?. No sé, pero aportaré mi experiencia como padre de tres hijos que a la fecha ya son mayores de edad, pero jóvenes y que comienzan a “volar”, despegando del nido, lo que me generó un cierto miedo, quizás pensando en una caída desde la copa del árbol. Alguien dirá que no es para tanto, otros quizás reirán, otros no entenderán porque no pasan por esta experiencia, aún. Pero lo cuento por vos, que estás pasando algo similar.
Es un fenómeno raro. Es inevitable relacionarlo con la muerte. Pero ¿tan trágico puede ser?. No. No es tan trágico. Pero es un sentir relacionado desde la afección del síndrome. Es como el gusto amargo del que tiene fiebre. A otros el mismo alimento sabe dulce. ¿Quién describe mejor el dolor sino aquel que lo sufre?. Aunque es sabido que superado el momento, es posible que cause cierta gracia recordar la desesperación y el desánimo del momento. Pero el síndrome en su momento afecta.
Síndrome del Nido Vacío. Existe. Afecta por dentro y por fuera. Lloras por dentro. Lloras por fuera. Piensas. Sufres. Ríes, y vuelves a llorar. Aceptas y luego te resistes a aceptar. Quieres y no quieres. Les enseñas a volar y llegado el momento te paras en la puerta del nido y calculas la profundidad del vacío y te olvidas de la instrucción que les diste para volar. Desconfías de ellos. ¿o de tí mismo?.
¿Cómo empieza todo?
Desde la niñez nacen los proyectos de nuevas etapas. Han estudiado. Han crecido. Se considera si han madurado. Se analiza esto último porque bien se sabe que el período de la adolescencia se ha extendido hasta los 30 y 35 años. ¿Culpa del hijo? ¿Culpa de los padres? ¿Comodidad? ¿fenómeno psico/social?. Lo cierto que de todas maneras llega el día del viaje inaugural y que también puede ser definitivo. Partir. Irse sin irse en realidad porque la relación no se rompe, pero el tema, el caso, es la sensación de vaciamiento.
En los tiempos previos contribuimos a la educación profesional de nuestros hijos, los impulsamos a aprender un oficio. Les mostramos como se administra un hogar porque les servirá en el futuro.
Los vemos crecer. Empezamos a sentirnos orgullosos de ellos; y empiezan las comparaciones: “salió a mí” o “Será como su madre”. “Es como su abuela”. Sana jactancia. Queremos que sean hombres y mujeres buenos, exitosos, que triunfen no solo en lo laboral, sino también que puedan construir su propio “Nido”. Soñamos con su descendencia que también es la nuestra, nuestra proyección, la extensión del nido, la perduración del calor familiar y no solo del apellido.
Pero no pensamos en la crisis de la partida de aquellos que ya no son pichones. Pero llega.
Primero pensamos en los preparativos, pero rehuimos pensar en el día D. Ya está gestándose el síndrome y no hablamos de esa crisis que seguramente se dará, a pesar de que aún estamos todos en el nido. Hay una especie de negación. Decimos que estamos felices pero ocultamos un incipiente dolor.
Claro que todo depende del tipo de relación con los hijos, máxime en estos tiempos de tanta individualidad, de tanta independencia. De tanto desamor, donde es posible notar la indiferencia que se da entre los miembros de una familia. A veces hay una convivencia obligatoria y algunos padres suspiran deseando que los hijos busquen sus propios destinos pero pensando en sí mismos y no en los pichones. Otras veces son los hijos que quieren crecer rápido, tener la mayoría de edad para decidir por sí mismos sin la interferencia de los padres. Todo es posible y hay más situaciones. Cada hogar es un mundo, dice un dicho popular. Pero cuando hay amor, contención, es diferente.
Pero yo quiero seguir centrado en relación del amor familiar donde puede darse el fenómeno del Síndrome. No quiere decir tampoco que quienes no lo sufran, no aman a sus hijos. Algunos especialistas opinan que puede haber culpa. Quizás suceda cuando la inminente partida del hijo/a sacude el ambiente familiar y los padres concluyen en que han estado ausentes y el hijo partirá sin haber gozado de la relación con sus padres.
Pero sigo centrado en la situación de la presencia del síndrome en una familia que se ama, donde todos “están”, y no solo físicamente, sino en lo afectivo, en lo espiritual. Si somos tripartitos (espíritu, alma y cuerpo), el nido se relaciona en todo también, es lo deseable.
Me cruzo a la vereda de enfrente, es decir lo miro desde afuera y en algunos casos veo familias que se tratan como extraños y hasta como enemigos. Padres que maltratan a sus hijos, hijos que maltratan a sus padres, hermanos entre sí. No creo que alguna vez vayan a sufrir el síndrome; cuanto mucho habrá culpa y remordimiento y lógicamente palabras infladas para definir una relación familiar inexistente. Algunos hasta han cantado a su madre, pero cuándo han hecho sufrir a esa madre. O viceversa.
Antagonismo.
El Síndrome del Nido Vacío y la Pérdida del afecto natural son antagónicos. Están en los extremos. Ambos deben ser superados
El Síndrome del Nido Vacío es una patología, dicen los especialistas; ¿cómo lo definiría Ud.?
Es paradójico considerar enfermedad a un sentimiento más bien ligado al amor ¿no le parece?
En los días previos a la partida aparecen recuerdos, los mismos recuerdos de otro momento pero con un sentimiento diferente: una mezcla de alegría, tristeza, resignación, negación. Se habla mucho, pero es más lo que se piensa. Las miradas denuncian, los ojos sobre todo nos descubren. No faltan los consejeros que casi siempre son ajenos al Nido; consejos que relativizamos justamente por eso, porque no son del nido, aunque nos amen.
¿Sirve alguna terapia? Seguramente sí. Pero es cuestión de tiempo; y de que tanto padres como hijos mantengan una relación fluida en los primeros tiempos, el equivalente a la sanidad interior.
El Síndrome tiene algunas características especiales: Miras a tu hijo/hija y ves al pequeño/a que tuviste en tus brazos, al que enseñaste a caminar, al que aprendió a tu lado. Por momentos miras y ves un pájaro listo para volar, y al instante vuelves a ver un pichón. Confías y temes. Quieres y no quieres. Una cosa que sucede es que cuando lo cuentas, algunos se ríen diciéndote “déjalos volar”. Tienen razón. Justamente los hemos preparado para eso. Entonces callas para que no se rían. Si hablas terminas admitiendo: ”si, es verdad, pero bueno, ya se me va a pasar” y te reprochas haberlo comentado. Entonces comienza una etapa de lucha interior. Tomas en cuenta que en el Nido aún hay otros y no debes desanimarlos. Te muestras fuerte y contento. Pero por dentro, sufres. La soledad afecta porque tu mente no para de pensar. La noche suele ponerse difícil especialmente cuando apagas la luz de tu dormitorio hasta que te vence el sueño. Pero empeora cuando te despiertas a las 3 o 4 de la mañana y te desvelas. Y sigues ocultando tu pesar. Debes mostrarte fuerte. Pero sufres.
Otra característica del síndrome se presenta cuando entras a su habitación. Quieres entrar y a la vez quieres huir enseguida. Quieres abrir la puerta y la cierras casi enseguida. Ver las pertenencias que quedaron. Tenemos una perra Dálmata que busca a mi hija. Huele algo de ella y se desespera buscándola en toda la casa. Nos parece que está triste. ¿Se entristecen los perros porque una hija partió? Estamos todos, pero sigue oliendo su habitación. ¿Es así o es un efecto del Síndrome que te sensibiliza?.
Otra característica del Síndrome es: “a quien le cuento”, “se reirán de mí”, “me aconsejarán desde la otra orilla”. “mejor me callo” “ les digo a todos que estoy feliz, sabiendo que el dolor opaca una felicidad que realmente tengo”. Es un eclipse. Hay que esperar que termine su proceso para que el sol vuelva a brillar a pleno.
Y otra característica se da en el entorno. ¿Está la Iglesia en condiciones de acompañar? ¿Se dan cuenta el Pastor y los miembros de la congregación que es posible que esos padres estén sufriendo el Síndrome? Algunos exitistas dirán que el cristiano no puede pasar por estos valles. Entonces es de creer que en los bancos de las iglesias puede haber muchos enfermos anónimos y encerrados en un mutismo eterno.
Recuerdo con yo salí de mi “nido”. Olvidé algo y volví a casa y buscando a mi madre la encontré llorando y orando de rodillas por mi futuro. Me arrodillé junto a ella, lloramos juntos y oramos. Y aquel hombre fuerte que fue mi padre, no fue insensible a la situación. Nunca lo ví triste, pero mi madre me contó “tu papá te extraña mucho, siempre espera tu llamada”. Solo Dios pudo darnos fuerzas.
Pero hay algo que me extraña y “no me cierra”: A veces pienso que aquellos miembros del Nido, tanto padres como hijos, que no sufren el vaciamiento del nido, quizás estén muy preparados para enfrentarlo, o quizás yo amé de más a mis hijos. O quizás sea el síndrome lo que me lleva a decir semejante barbaridad.
Si bien habrá más características del Síndrome, voy a concluir diciendo que no es solo la partida y la ausencia de ellos. Es el silencio. Los gritos de los hijos peleando, corriendo, gritando, siempre fue música de primer nivel para nosotros, los padres. Y recoger ropa, mochilas, retarlos para que coman. Para que hagan sus camas, un ejercicio que extrañaremos. El Nido es un Sagrado lugar, con todo el bullicio. El santuario donde se almuerza lo que hay, lo que se puede. Se trabaja más que en el oficio que desarrollamos fuera de la casa. Lo sabrá cada ama de casa. Y los padres varones. Y antes de dormirte extrañas no ir a sus dormitorios para ver si están abrigados.
Antes, al salir de compras, siempre acabas comprándoles ropas y lo tuyo lo dejas para más adelante, total, todavía “tiramos”. Hoy sales a comprar, y compras para vos, y sientes que los traicionas, que no les compraste nada. Parece una locura, pero parte del síndrome.
No debe ser criticado quien lo padece, sino acompañado, aconsejado y no intentar hacerlo “reflexionar” ligeramente, ya que es una sensación de pérdida. Parece exagerado, pero es el sabor amargo del síndrome que debe ser superado con tiempo, paciencia y amor.
La partida del hijo/a y el consecuente dolor puede ser atenuada con visitas periódicas, llamadas telefónicas para que padres e hijos puedan acompañarse mutuamente hasta que todos superen el dolor y se acostumbren al cambio. (Los hijos también lo sufren).
El nuevo período de la pareja paterna es una gran oportunidad para recuperar tiempo para la relación marital. Rencuentro con la etapa amorosa y privada que de alguna manera se desplazó por la crianza de los hijos. Una nueva etapa para conversar de temas propios del matrimonio, viajar, nuevas experiencias. Pero es necesario obtener salud emocional.
Dice la Biblia que Jesús vino a sanar a los quebrantados de corazón, a liberar a los presos de las emociones de esta naturaleza. Jesús puede sanar el corazón tanto de padres como de hijos. Hay que orar y sincerarse con El Señor. ¿Por qué? ¿Acaso mentimos? No. Solo hay que orar con entendimiento. Hay que abrir el corazón y contarle lo que no le contamos a nadie, algo así:
“Señor, Me siento muy mal mostrándome bien ante todos, aunque por dentro estoy destrozado/a. No debo decirles a mis hijos lo que siento para no desanimarlos. Tampoco lo digo a los de mi entorno porque parecen no entender. Me siento ridículo/a llorando cuando en realidad debería estar rebosante de felicidad. Gracias por mis hijos. Ahora, oro como Tú le pediste al Padre: ”yo los he cuidado, ninguno se perdió. Ahora los encomiendo en tus manos a tus seguros cuidados”. Ayúdame a superar esta momentánea aflicción. Sáname. Ayúdame a aprovechar los tiempos y las ocasiones para seguir ayudando a mis hijos porque aún me necesitan en algunas cosas. Y el tiempo restante, ayúdame a usarlo en lo que aún necesita este Nido un poco vacío, porque pronto vendrán los nuevos pichones y otra vez este nido será un centro bullicioso. Gracias por mis hijos.
En todo debo reconocer que me has hecho feliz dándomelos.”
Para los miembros y Pastor de la Iglesia, sugiero observar estos “movimientos” en los nidos y procurar asistir a los padres, de ser menester.
Y si sembraste amor en tu “Nido”, recogerás cuantiosos frutos a corto o mediano plazo.
Conclusión:
Si te ha servido este comentario, escríbeme contándome tu experiencia y agregando puntos de vista que estén relacionados con este tema. Te recuerdo que yo estoy aprendiendo también con lo que esta vida nos trae. Dios te bendiga.
Pablo Lucero/abril de 2012